01 noviembre 2020

Solemnidad de Todos los Santos – 01/11/2020

Los santos, no son sólo los canonizados por la Iglesia y que encontramos mencionados en nuestros calendarios. Son todos los salvados, que forman la así llamada Iglesia triunfante, la Jerusalén del cielo.

Cuando se habla de la santidad, es necesario eliminar de esta palabra del miedo que ella inspira a causa de ciertas representaciones erróneas. Si todos estamos llamados a la santidad, es porque está a disposición de todos, forma parte de la vida normal de cristiano.
La motivación de fondo de la santidad es, desde el principio, Dios es santo, es la síntesis de todos los adjetivos de Dios.

En el Antiguo Testamento
, las vías de la santidad son objetos, lugares, ritos, prescripciones. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? (Sal 24), El hombre de manos inocentes y puro corazón.
En el Nuevo Testamento, los bautizados son santos por vocación. San Pablo designa a los bautizados con el término, santo. La santidad no es un hecho ritual o legal, sino moral; no reside en las manos sino en el corazón, no se decide fuera sino dentro del hombre, y se resume en la caridad. Los mediadores de la santidad de Dios no son ya los lugares (el templo), los ritos, los objetos y las leyes sino una persona, Jesucristo. Ser santo no consiste tanto en ser un separado de esto o de aquello, sino estar unido a Jesucristo.

De dos formas entramos nosotros en contacto con la santidad de Cristo: por apropiación o por imitación.
La santidad es ante todo, es don y gracia y obra de la Trinidad. Dado que nosotros pertenecemos a Cristo, la santidad de Cristo nos pertenece a nosotros. Junto a este medio fundamental de la fe y de los sacramentos, también debe encontrar lugar la imitación, el esfuerzo personal y las buenas obras.  En el Nuevo Testamento aparecen dos verbos a propósito de la santidad, uno en indicativo y el otro en imperativo, “sois santos” “sed santos”. Los cristianos son santificados y se han de santificar.

El concilio Vaticano II ha puesto claramente en realce dos aspectos de la santidad basados en la fe y en las obras: “los seguidores de Cristo, llamados por Dios, no en virtud de sus propios méritos, sino por designio y gracia de Él, y justificados por Cristo Nuestro Señor, en la fe del bautismo han sido hechos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo santos, conviene que es santidad que recibieron sepan conservarla y perfeccionarla en su vida con la ayuda de Dios” Lumen Gentium, 

La santidad no es una imposición, un honor, que se nos impone, sino un privilegio, un don y un honor sumo.

 1.- SANTIDAD es aprender a ser Hijos felices de Dios, acogiendo su Obra en nosotros

Sed santos (buenos), como vuestro Padre, que hacer salir el sol sobre buenos y malos(Mt, 5, 48;Lev 19,2). No es tanto lo que yo hago o tengo que hacer, sino lo que El hace, y de lo que yo me puedo hacer consciente. Pero, ¿cómo es esa Obra de Dios en mí?
a) Por Amor, Dios crea un ser con capacidad de ser bueno y feliz con É
l. El amor de Dios comienza a manifestarse en la creación. El Dios que es Amor, Comunión, y Entrega, encuentra su reflejo e imagen, en la apertura y receptividad, capacidad del ser humano. Por eso dice Santo Tomás: Por ser imagen de Dios, el hombre tiene capacidad para la gracia, o sea, para acoger el Amor de Dios, y al acogerlo, realizar el encuentro que nos transforma-
b) Por Amor Dios crea un ser que no puede estar sin Él, y sin los demás. Eso es santidad. Desde siempre, Dios ha creado al ser humano como ser de comunión y le ha llamado a responder al amor que le ha otorgado Desde siempre hay en el hombre una “capacidad de Dios” y un “deseo natural de ver a Dios. Fue Dios quien sembró en el corazón humano el anhelo del Infinito de amarlo y contemplarlo cara a cara. Por eso hay en el hombre un vacío que sólo se colma cuando se encuentra con Dios.
c) Por amor Dios va más allá de la justicia. En Dios, la bondad es lo condicionante de todo su ser y obrar. Dios manifiesta su justicia no condenando, sino salvando. Dios manifiesta su justicia, (Rm 3, 24-26) justificando, o sea, haciendo justo al pecador y teniendo misericordia de todos. Esta justicia es una buena noticia, pues no se trata de la justicia retributiva, por la que Dios premia o castiga según los merecimientos de cada uno, sino de la justicia que justifica (hace justo) al impío.
d) Por amor Dios perdona y no condena. “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” (Juan Pablo II). Mostrar misericordia significa vivir plenamente la verdad de nuestra vida”. “El Dios que nos redime es un Dios de misericordia y de perdón; “el perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón lleva a una humanidad más plena, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador.
f) La verdadera santidad es una gracia, es la obra que Dios hace gratuitamente en mí. Una existencia vivida con mucha fe y mucha humanidad. Una vida que expresa sentimientos y actitudes de bondad y compasión, que se concreta en obras de justicia, caridad y solidaridad. Porque así es el Dios cristiano, así actúa Dios y así quiere que sean y actúen sus hijos. Así es la santidad de Dios y así se refleja en sus santos. A estas personas están dirigidas las bienaventuranzas. Para que esta acción gratuita de Dios opere la santidad en nosotros, es preciso acogerla agradecidamente y ejercitarla responsablemente. La santidad de Dios es ser bueno con todas sus criaturas y hacerlas buenas. Nuestra santidad es el resultado de la benevolencia de Dios hacia nosotros. No hallamos gracia a sus ojos por nuestros méritos, sino por su benevolencia y mirada misericordiosa. Esta mirada es lo que pone en nosotros santidad Y. lo más que nosotros podemos hacer es dejar que esa bondad de Dios se refleje y actúe en nosotros. Pero en todo caso, la santidad es gratuita, como don de Dios, y obra del Espíritu Santo en las personas.

2.- ¡SANTOS, SÍ!, y por ello, “Buenos” y  “Felices”

Podemos decir, pues, que la santidad es Un camino de Bondad, Felicidad y Comunión que Dios realiza en nosotros.  En realidad, un santo no es otra cosa que una buena persona. Porque ser santo no es más que ser lo que tenemos que ser, pero siempre con la ayuda de la gracia.
El Papa Francisco, en su exhortación sobre la Santidad en el momento actual, “Alegraos y regocijaos”, pone la santidad en el horizonte de la bondad (Mt 25) y la Felicidad (Mt 5, 5-15)
Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano. ¿Cómo se hace para llegar a ser buen cristiano?'. Es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en las Bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro que estamos llamados a transparentar en la vida cotidiana. (.G.E. 63). ¡Feliz o bienaventurado es sinónimo de santo!  
Por eso, la Santidad es un proyecto de felicidad y a la vez un programa de cómo ser lo que debemos ser. Con deficiencias y pecados, muchos han buscado la felicidad en la santidad. Estas confesiones de hombres buenos y felices pueden acercarnos a la santidad de Jesús, y hacer más humana la nuestra.
“En la vida existe una sola tristeza, la de no ser santos”. (Leon Bloy)
«Ser bueno es hacerse divino, porque sólo Dios es bueno.» (Unamuno)
“En todo hombre bueno habita Dios.» (L A. Séneca)
«No denomino héroes a aquellos que han triunfado por sus ideas o por la fuerza. Sólo considero héroes a aquellos que fueron grandes por su bondad (Tolstoi)
«Sólo los que son verdaderamente buenos y santos son felices.»(Pablo VI).
“La bondad es el único Evangelio que muchos leerán.»(Helder Cámara)
“Mi única misión en la vida era ser bueno.(C. Foucauld)


Conclusión

Ahora puedo aportar yo mi propia experiencia de Santidad por la Bondad, Felicidad y Comunión, preguntándome: ¿Cómo es la obra que Dios viene realizando en mi según su propia Santidad Bondadosa?