1. Pregunta de Jesús a los discípulos
Los discípulos de Juan se interesan por Jesús, y él les pregunta, ¿qué buscáis? Ellos responden diciendo que quieren saber de él, empezando por saber dónde reside, donde le pueden encontrar para hablar con él. Venid y veréis. Fueron y se quedaron un día, y luego toda la vida, con él. Él acabó dando sentido a su vida. ¿Qué les dijo? ¿Qué les entusiasmó de la persona de Jesús? ¿Qué vieron?
2. Buscadores
A Cristo le oirían decir después en su catequesis, “buscad y hallaréis”. Dicen que, existe hoy una generación llamada la de los “seekers”, “buscadores”, que lo que buscan es una religión. Se busca, una verdad que dé sentido a la vida, que satisfaga, que libere de la insatisfacción de las pequeñas verdades, de las pequeñas y vacías satisfacciones; sobre todo se buscar a alguien en quien confiar, que sea referencia de su vida.
Pensemos si notamos que crecemos en nuestra fe, si experimentamos que el Señor está con nosotros, o somos todavía “niños” en la fe.
Pensemos también en cómo vivimos nuestro discipulado, si tenemos la actitud de búsqueda de Andrés y Juan, si nos interesa conocer mejor al Señor (¿dónde vives?) o nos limitamos a “cumplir”.
Ellos fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Pensemos si tenemos disponibilidad para acudir a convocatorias, encuentros, retiros, celebraciones, oraciones, reuniones… Si “nos quedamos con el Señor”, sin prisa, o bien “nunca tenemos tiempo” para Él.
Pedro, tras encontrarse con Cristo, recibe un nuevo nombre. ¿El encuentro con Cristo me ha cambiado sustancialmente, o en realidad sigo siendo el mismo? El nombre también nos identifica frente a otros. ¿Mi fe cristiana “me identifica”, doy buen testimonio, “se me nota” la fe en Cristo?
3.- Saber distinguir quién nos llama entre tantas voces y ecos
Nuestra generación no puede menos de sentir, como Samuel, primera lectura, una voz que le llama, que le saca del sueño: del sueño del tener, del sueño del placer inmediato corporal, -segunda lectura – y que ofrece algo distinto. Es fácil confundir la voz con los ecos, y no descubrir, de inmediato quién nos llama – primera lectura –; no percibir quién nos dice “venid y veréis”. Hace falta atención continuada reiterada. Despertar del sueño, de estar narcotizados por las llamadas para satisfacer ansias de poder, de placer, de tener...
¿Tengo personas en mi entorno cercano que se han encontrado con Cristo? ¿Alguien me ha invitado alguna vez a participar en alguna celebración, reunión, encuentro…, en la parroquia o en la diócesis?¿pregunto a sacerdotes o personas consagradas cómo reconocer la voz de Dios, que me llama? En el caso de Andrés y Juan, es el Bautista quien les señala a Jesús, que pasaba: ¿presto atención a quienes me indican por dónde pasa Jesús hoy?
4.- Quedarse con Jesús
Jesús sigue preguntándonos, ¿qué buscáis? Y sigue ofreciéndose como respuesta: venid y veréis. Porque somos llamados a seguirle. Esa es nuestra vocación de cristianos. Lo que da sentido a nuestro vivir. Para ello escuchamos, meditamos la Palabra de Dios. Dejamos que nos interrogue. Percibimos en ella que alguien nos llama, a conocerle mejor, pasar tiempo con él, a seguirle. ¿Es para nosotros una satisfacción responder positivamente a su invitación? En definitiva, ¿la convivencia, el sentir con Jesús es nuestro objetivo existencial, que da sentido a otros proyectos, a otros objetivos? Venid y veréis; fueron, vieron, ... y se quedaron con Jesús.
5.- Identidad del cristiano:
Pero este inicio del Evangelio también plantea algunos rasgos de la identidad del discípulo, del cristiano o de la cristiana y, concretamente, del apóstol:
- en primer lugar, la actitud de Juan Bautista es la del testigo: él no es el protagonista, no es “la luz” (1 ,6-7); él señala, indica a quién hay que “mirar” (36); el testigo se desprende de sus propios discípulos que, a partir de ahora, seguirán al único “maestro” (38) y vivirán con Él (39);
- el discípulo, el seguidor de Jesús (el cristiano) es quien “escucha” el anuncio-Palabra (37) y “sigue a Jesús” (37) y “busca” (38) y se abre al “Maestro” (38) y va y vive con Él (39) y eso hace que conozca más al “maestro” y pueda decir de él algo más -es el “Mesías” (41 )-;
- el discípulo se convierte en apóstol: lo comunica a los demás, a los que encuentra en el propio ambiente (40-41), y lo hace implicándolos activamente, “llevándolos a Jesús” (42) -Jesús lo había hecho con ellos: “venid y lo veréis” (39)- de modo que se hagan discípulos de Él;
- en definitiva, quien sigue a Jesús de veras recibe una nueva identidad, representada aquí en el cambio de nombre -“Cefás” o “Pedro” (42)-, manera bíblica de expresar que Dios da una misión.